Innovar en medio del torbellino

Columna de opinión de Carolina Oliú, gerente de proyectos de AquaPacífico, quien se refiere al rol de la innovación acuícola en el complejo escenario actual.

En pocos meses, la realidad del país cambió, en un torbellino que se inició con la explosión social y prosiguió con la actual “explosión viral”. Aún estamos en medio de ese tornado, sin saber qué tan lejos nos lanzará, y -por lo mismo- probablemente un análisis del impacto deberá posponerse al momento en que toquemos tierra nuevamente.

Mientras giramos, y admitimos que no volveremos al mismo punto en que estábamos hace menos de un año, desde los centros tecnológicos, que tienen la misión de innovar y desarrollar áreas definidas como estratégicas para Chile, nos toca repensar en los modelos de transferencia para hacer frente a esta nueva realidad. Desde la ciencia y la tecnología, podemos anticiparnos, abrir la mente y aprovechar la valiosa oportunidad de encontrar las soluciones en un escenario cambiante.

Proveer de proteína animal saludable a una población creciente, seguirá siendo el propósito principal de la acuicultura, y no hay que descuidar ese foco, que en Chile además conlleva el reto de diversificar las exportaciones y aumentar los ingresos por ese concepto. Sin embargo, este sacudón, nos pone de cabeza para empezar desde ya a explorar y dimensionar otras posibilidades, expandiendo los límites de la industria más allá de la alimentación como base.

Hay precursores en esto de expandir las “fronteras”. Sin ir más lejos, hay una empresa con la que colabora AquaPacífico que lleva una década cultivando microalgas en el Valle del Elqui, con el propósito de producir astaxantina, carotenoide destinado a la industria nutracéutica por sus propiedades antioxidantes, inmunoreguladoras, anti-inflamatorias y anti-cancerígenas.

En estos momentos, en que la ciencia cumple un rol clave para salvar vidas, debemos volver a mirar el potencial de los productos acuícolas como fuente de compuestos para el sector farmacéutico. Y esto no es simplemente una proyección: el 46% de los biocomponentes utilizados actualmente en salud humana provienen de los recursos marinos, y se estima que su uso ha mejorado la vida de 1.200 millones de personas en el mundo.

El horizonte de desarrollo se expande de golpe cuando pensamos en las enormes posibilidades, incluso para el aprovechamiento de lo que hoy son desechos de la industria pesquera, lo que permite generar modelos de economía circular.

Casos destacados en el mundo, como un cultivo en tierra de peces destinados a la producción de una droga oncológica, pueden servir de ejemplo para empezar a proyectar esta nueva realidad para la industria. A nivel local, en la Región de Coquimbo se han hecho estudios para evaluar la factibilidad de producir hidrolizados proteicos, colágeno y aceite omega 3 a partir de descartes del ostión y la jibia, además de la producción de hidrocoloides y carrageninos desde extractos de algas. Pasos iniciales para empezar a proyectar esta nueva realidad, donde -mientras seguimos girando- tengamos la capacidad de responder con más ciencia e innovación a los desafíos de un futuro que seguirá siendo impredecible.

En momentos en que la ciencia cumple un rol clave para salvar vidas, debemos volver a mirar el potencial de los productos acuícolas como fuente de compuestos para el sector farmacéutico.